30 marzo 2009

Abdías

Debido a que han preguntado, quiero escribir un poco más acerca de Abdías. ¡Cuidado!, es probable que aparezca -mientras escribo o mientras lees-. 

Como bien dije en la entrada titulada Matías, Abdías es un hombre de unos treinta años que se dedica a rellenar máquinas de snacks. Aquellas que en los 90's estuvieron de moda y ahora han pasado a la historia -las rellenan en nuestros días con útiles escolares, libros, cigarros, pañuelos desechables y hasta animales-. Mi mismo padre quiso entrar a ese nicho de mercado. Lo intentó en el liceo sin éxito y, sin perturbarse más, se echó para atrás.

Pero hablábamos de Matías. Matías anda a pié y escucha cumbia tejana. La mayor parte de las veces se le ve silbando mientras recorre Valle del Campestre de aquí para allá, buscando el momento en que una máquina se vacíe, para volver a rellenarla sin demora. En eso consiste su trabajo. Y entonces ronda las calles -y por las calles- día y noche, sin fatiga, entonando melodías en su cabeza y en su corazón. Hay quienes lo han visto al mismo tiempo, en diferentes locaciones.

Además de su mentón pronunciado, a Abdías lo reconocen por su singular sonrisa ingenua, su mirar humilde y su cabello negro; su gran carisma y sus muchas palabras. Pienso que puede ser de la Huasteca Potosina, pues sus rasgos son parecidos a los de un axtleño cualquiera. 

De lunes a viernes, usa su playera 'beige' que trae inscrita la marca de las maquinitas que rellena. MunchBox, creo que se llaman. De tanto uso, la camisa tiene algunos hoyos y machas de grasa por todos lados. Pero a Abdías no le importa. Nada parece importarle más que cumplir con su trabajo: rellenar las maquinitas a tiempo.

Quizás todos deberíamos ser como Abdías. Quizás es como un instrumento de los dioses; como un mensajero. 

Hace unos días me le quedé mirando, mientras éste catalogaba los productos. Me saludó, como si todo estuviera bien y se fue. Me puso de buen humor. 

Mientras escribo esta entrada, Abdías separa los tostitos de los rancheritos mientras escucha "los caminos de la vida" en versión banda.

25 marzo 2009

lugares

Parecería que son polos opuestos, pero encuentro similitudes entre el aeropuerto, un antro y un funeral.

Los tres son lugares de reunión. En los tres hay movimiento; un fluir de personas. En los tres, los sentimientos pueden llegar a su máxima expresión (ya sea expuestos en lágrimas, risas y hasta baile). En los tres hay abrazos (quizás manifestando cosas distintas).

En los tres, la espera es un elemento importante.

En un aeropuerto, espera el que va a salir, pero también lo hace aquél que aguarda la venida de un ser querido. Esperamos en la fila a que nos den el boleto; mientras documentamos; para que nos hagan la inspección; para subir al avión; para bajar; recoger el equipaje… esperamos llegar al lugar deseado; que estén allí esperando al llegar; dar ese abrazo; esperamos que nos reciban con alegría…

En un antro la espera es distinta. Allí esperas entrar; esperas mientras el mesero sirve las bebidas; esperas bailar; esperas ponerte o no ponerte borracho –de los antros y los borrachos quizá surja una nueva entrada. Y luego ya no esperas nada.

En un funeral, esperas que el muerto esté en el cielo. Esperas poder saludar a la familia; esperas que tu abrazo diga las palabras que no te atreviste a decir; esperas que el negro que traigas puesto no esté desteñido; esperas que tu funeral esté tan lleno como ese.

En fin, creo que no son tan distintos.

¡Hay del aquél que los quiera visitar el mismo fin!

16 marzo 2009

Matías


Autores argumentan: el nombre -el hecho de que nos llamen de un modo específico- es un rasgo naturalmente humano. No nos suena -dicen- otro ser vivo que lo haga.

Intenté buscar en mi memoria un buen ejemplo que sustentara la aseveración que recién reescribo. No pude recordar un caso en donde me haya sentido menos por ello, pero sí que me acordé de un profesor que me llamó la atención fuertemente después de unos meses en que sólo le dirigí la palabra diciéndole "oye": "oye, ¿cómo se resolvía el problema?", "oye, ¿cómo puedo mejorar esta entrada?, "oye, ¿qué día será el cierre?". Me dijo en una ocasión, frente a todo el salón, "es una falta de respeto enorme que nunca me llames por mi nombre" y continuó por unos 10 minutos justificando su enojo. Algunas comunicadoras dejaron de usar el facebook para poner un poco de atención. Fueron fuertes palabras. Un psicólogo hubiera percibido traumas infantiles.

Recordé también el caso Montoya. Este comunicador se dejó decir Montalvo durante 1 mes de clases. La maestra de legislación le llamaba erróneamente así, y él obedecía a un nombre que no era el suyo. Hasta que un día, mirando la lista de asistencia, la maestra se notaba perturbada. Le preguntamos "¿qué pasa maestra?" y nos dijo, "Nada, simplemente no lo encuentro señor Montalvo". Y Montalvo resultó ser Montoya. La maestra se sintió tan mal consigo, que a partir de entonces el tal Montoya tiene ciertos privilegios -uno de los cuales es salir a las 14, en vez de las 14.15, hora en que termina la clase. ¡Abogados!

El colmo es Matías, uno de esos personajes anónimos que rellenan las máquinas de snacks. Su verdadero nombre es Abdías, nos confesó hace unos días, pero se deja decir Matías e incluso se presenta así desde que notó "la incapacidad" de los regios de llamarle por su nombre. "Matías es más fácil. Por eso ahora soy Matías", decía con una sonrisa ingenua que a Macías y a mí nos dio lástima. "Bueno -dijo Macías- al menos así no se me olvida. Rima con mi nombre". No sé si le podré decir Matías, ahora que sé que se llama Abdías.

Hablarle a alguien por su nombre es tomártelo(la) en serio. Las madres utilizan este recurso cuando quieren regañar a sus hijos. "Oscar Manuel", me decían de pequeño, y ya sabía que venía el castigo. Uno se "siente" bien cuando le llaman por su nombre. En ese momento "significamos" algo para la persona que nos llama. Intenten, dejen de decir "wey", "oye", "cuate", "compa", "amigo", "hermano", etc. Es un buen ejercicio.

En fin, la entrada era simplemente para contar la historia de Matías. Aquél personaje (ya no es anónimo) que recorre Valle del Campestre silenciosa y sigilosamente.

03 marzo 2009

Kabul

Les traduzco el poema de Saib-e-Tabrizi.

Un fragmento aparece en Mil Soles Espléndidos, de Khaled Hosseini (autor de Cometas en el Cielo). La otra parte (que es la mayor parte) es traducción mía (muy literal y muy mala) desde el inglés.

A ver cómo lo leen. Se aceptan sugerencias.

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Kabul

Ah! Qué hermosa es Kabul, cercada por sus áridas montañas
Y Rosa, que envidia los rastros de espinas
Sus ráfagas de arena pican levemente mis ojos
Pero la amo, que el conocimiento y el amor mismo han nacido de este polvo

Mi canción exalta sus tulipanes grandiosos
¡Y en la belleza de sus árboles, me ruborizo!
¡Qué brillantes son los ríos de Pul-I Bastaan!
¡Que Alá proteja tal belleza del malvado ojo humano!

Khizr escogió el camino a Kabul para alcanzar el Paraíso
Pues sus montañas lo llevaron cerca de los placeres del cielo
Desde la fortaleza con extendidas paredes, un dragón de protección,
Cada piedra es más preciosa que el tesoro de Shayagan

Cada calle de Kabul es cautivadora al ojo
A través los bazares, las caravanas de Egipto pasan
Son incontables las lunas que brillan sobre sus azoteas,
O los mil soles espléndidos que se ocultan tras sus muros.

Su risa temprana disfruta el regocijo de las flores
Sus noches de oscuridad, las reflexiones de brillantes cabellos
Sus ruiseñores melódicos, con pasión cantan sus canciones
Ardientes melodías, que abandonan como encendidas, y caen a torrentes de sus gargantas

Y yo, canto en los jardines de Jahanara, de Sharbara
Y aún las trompetas de cielo envidian sus verdes pastos

Saib-e-Tabrizi
Traducción por Oscar Ramírez

01 marzo 2009

Just my imagination (Le scaphandre et le papillon)

"I decided to stop pitying myself. Other than my eye, two things aren't paralyzed, my imagination and my memory."
Jean-Dominique Bauby