Como bien dije en la entrada titulada Matías, Abdías es un hombre de unos treinta años que se dedica a rellenar máquinas de snacks. Aquellas que en los 90's estuvieron de moda y ahora han pasado a la historia -las rellenan en nuestros días con útiles escolares, libros, cigarros, pañuelos desechables y hasta animales-. Mi mismo padre quiso entrar a ese nicho de mercado. Lo intentó en el liceo sin éxito y, sin perturbarse más, se echó para atrás.
Pero hablábamos de Matías. Matías anda a pié y escucha cumbia tejana. La mayor parte de las veces se le ve silbando mientras recorre Valle del Campestre de aquí para allá, buscando el momento en que una máquina se vacíe, para volver a rellenarla sin demora. En eso consiste su trabajo. Y entonces ronda las calles -y por las calles- día y noche, sin fatiga, entonando melodías en su cabeza y en su corazón. Hay quienes lo han visto al mismo tiempo, en diferentes locaciones.
Además de su mentón pronunciado, a Abdías lo reconocen por su singular sonrisa ingenua, su mirar humilde y su cabello negro; su gran carisma y sus muchas palabras. Pienso que puede ser de la Huasteca Potosina, pues sus rasgos son parecidos a los de un axtleño cualquiera.
De lunes a viernes, usa su playera 'beige' que trae inscrita la marca de las maquinitas que rellena. MunchBox, creo que se llaman. De tanto uso, la camisa tiene algunos hoyos y machas de grasa por todos lados. Pero a Abdías no le importa. Nada parece importarle más que cumplir con su trabajo: rellenar las maquinitas a tiempo.
Quizás todos deberíamos ser como Abdías. Quizás es como un instrumento de los dioses; como un mensajero.
Hace unos días me le quedé mirando, mientras éste catalogaba los productos. Me saludó, como si todo estuviera bien y se fue. Me puso de buen humor.
Mientras escribo esta entrada, Abdías separa los tostitos de los rancheritos mientras escucha "los caminos de la vida" en versión banda.