13 noviembre 2011

Nuevos caminos

Hola a todos mis lectores,

Hace algunas semanas, he estado experimentando wordpress como nueva plataforma para mi blog.

Visítenlo aquí y suscríbanse en la columna lateral derecha. Es muy fácil, sólo escriban su correo en el recuadro blanco y hagan click en "follow". Los espero allá.

Muchas gracias por todos los momentos que pasamos juntos en blogger. Es hora de algo nuevo.

Saludos,

26 octubre 2011

La enfermedad de la lombriz, parte 1


Cuando hablamos de una enfermedad generalmente pensamos en un padecimiento negativo, pero dejamos de lado las enfermedades positivas. 

Hay una enfermedad especialmente interesante y de la cual quiero hablar, le llamo "la enfermedad de la lombriz". La explicaré a través de una historia dividida en dos partes. 

Acá va la primera parte:

Este lunes amanecí más modorro que de costumbre. Estaba como en "slow motion". Me preparé el desayuno y la comida del día, puse el café, me quedé mirando a un punto fijo como por 10 minutos, metí lo primero que encontré a mi maleta, bajé las escaleras, subí al coche, encendí la música... 

Iba tarde al gimnasio, era uno de esos días en los que traes el piloto automático. 

Desperté hasta que apareció "Cherub Rock", de Smashing Pumpkins en mi playlist (la agrego abajo). Le subí el volumen al 100% de la capacidad y comencé a tararear la canción (ya no me acordaba de la letra).

Así iba, embobado completamente con la rola, cuando llegué al estacionamiento del gimnasio. 

Me recibió un guardia. 

Ya lo había visto, pero no lo conocía. Éste sonreía de una manera especial desde que me vio llegar y, cuando bajé el vidrio, soltó una carcajada discreta. 

-"Buenos días"
-"¡buenas!"
-"A ejercitarte para empezar bien la semana, ¿no?"
-"Así es, así es..."

Y continuó sonriendo.

Entré al gimnasio con el ceño fruncido, como pensando "¿qué onda con ese guardia?, ¡qué raro que esté de tan buen humor!, ¿cómo puede alguien que está parado todo el día entregando boletitos permanecer de ese humor?, seguro porque es lunes, pero bueno, me cayó bastante bien, de hecho, me alegró la mañana". 

Y me contagió su sonrisa.

24 octubre 2011

El niño y el vagabundo


Los nuevos cambios de clima que nos ha regalado la ciudad de Monterrey me provocan un antojo irremediable por una tacita de café. Hemos amanecido entre 14 y 16 grados centígrados y por las noches vuelve a descender la temperatura, por lo que no está mal acompañar el crepúsculo con algo de cafeína. 

Siempre me ha gustado la experiencia del café: los aromas, el sabor, las mesitas, la conversación... además el café suele traer consigo un espacio para leer, escribir, intercambiar ideas. Para mí ha sido el lugar en donde convergen historias. De hecho tengo un sueño compartido con algunos amigos más de poner un café. Sé que un día será real.

Saco el tema del café porque el lunes pasado a eso de las 6.30 de la tarde, fui al café Punta del Cielo a escribir un rato. Cuando pasaron las siete, el sol ya se ponía y yo estaba en mi momento de inspiración máxima, entró un vagabundo. 

Desde que pasó el arco de la puerta me llamó la atención, pues me sonaba bastante familiar: alto, regordete y sucio (¡qué más podría esperarse de un vagabundo!). El hombre no dudó un segundo en acercarse a mi mesa. "¿No tiene algo que me regale, joven?", me dijo, mientras me acercó un botecito que traía impresa la foto de un niño. 

Me le quedé viendo. Era el mismo vagabundo que ya he visto en varias plazas, iglesias, cafés, pero la foto impresa sobre el bote era de un niño distinto. 

Dije, una de dos, o éste se dedica a ir engañando a la gente con nuevas enfermedades y complejos (suyos y de otros), o de plano es un voluntario estrella de muchas asociaciones. Yo lo he visto y lo he visto más de una vez. 

Me indigné pero me engañé pensando que la primera opción era una posibilidad. Me duró poco el truco. Luego llegó Andrés, le platiqué, lo twiteé y se me olvidó la historia.

Al día siguiente fui al Starbucks con Daniel, mi socio en BANG! Nos reunimos frecuentemente a dialogar sobre la estrategia del negocio y otras cosas más o menos importantes. Ya habíamos interrumpido agradablemente la conversación cuando nos topamos a David, que llevábamos mucho tiempo sin ver, y luego a Mariana, que nos preguntó sobre el fin de semana (parece rima). 

Pasadas las siete, tuve que interrumpir por tercera vez. Era el vagabundo de nuevo. Ahí estaba, otra vez, pidiendo con un diferente motivo. 

Ya no se acercó. Simplemente se pasó de largo. 

No creo en los vagabundos. Ni en los de aquí, ni en los de China. He visto cómo engañan a la gente y hacen negocio . ¿Qué opinan ustedes?


Cuidado con el vagabundo

10 octubre 2011

El principio de la aclamación

Varias veces he usado la expresión "hablando del rey de Roma" o "hablando del diablo y se asoma", pero nunca con tanta razón como hoy. Y es que creo en el principio de aclamación; que cuando hablas de alguien, a veces, lo aclamas. Hoy me sucedió dos veces.

Resulta que estaba preocupado porque un cliente, Jorge, cumplió años el fin de semana y yo no lo había felicitado. Le dije a Daniel, mi socio en BANG!, "Dan, creo que Jorge cumplió años el viernes y no lo felicitamos ni le mandamos la red box como a la mayoría de nuestros clientes".

En eso se escuchó la puerta. ¿Adivinen quién iba entrando? ¡Precisamente Jorge!

"¡¡¡Jorge!!!, no es posible, justo estaba hablando de ti", le dije. Seguramente pensó: "¡ay!, no manches". Se sentó junto a mi escritorio, lo felicité y comenzamos a hablar de lo que nos concernía.

Jorge se dedica, entre otras cosas, al negocio de la ganadería. Mientras hablaba con él se me ocurrió otro cliente con el que teníamos proyectos pendientes, Mau. De hecho Mau y Jorge se dedican a lo mismo. Le dije a Jorge "Jorge, tengo un cliente que hace lo mismo que tú, déjame te enseño el sitio web que le hicimos"

En eso se escuchó la puerta. ¿Saben quién era? Era Mau.

No me la podía creer. ¡¡¿Dos veces el mismo día?!!

Presenté a Jorge con Mau y hablaron de ganado en un idioma que parecía distinto al español. Que las fronteras y los precios y las vacas...

Qué padre es presentar a dos personas que comparten temas de conversación entre sí. Más interesante aún que dos clientes se conozcan en tu terreno. Pero, sobretodo, qué curioso pensar en alguien y que, en poco tiempo, se aparezca en la puerta de tu oficina.

Yo por eso tengo a Steve Jobs en "el escritorio" de mi Mac. A ver si da resultado.