22 abril 2009

Mein Kampf


En lo más profundo del cerebro humano –pienso- debe haber un pequeño “switch”, uno que dice: encendido. Y así comienza el día.

Según mi teoría, primero despierta la cabeza –nos damos cuenta que existimos y que somos nosotros- y luego el cuerpo.

Quizá a veces duela un poco la parte baja de la columna –allí donde se acumula el mal de nuestros días (el estrés)- y la alergia a Monterrey haya hecho de las suyas otra vez. Quizá no. Probablemente amanezca y todo esté claro; todo parezca fácil. La batalla inicial está resuelta: me puedo levantar.

A veces me quedo en la cama por unos instantes. Contemplando. A veces es el único momento del día en donde parece que todo está detenido. Y respiro profundo porque será un gran día. Y agradezco poder levantarme.

Hay días en donde salto pues, con sólo despertar, el hambre ya me invade. Entonces me dirijo a la cocina inmediatamente. Sé reconocer cuando mis padres dejaron algo preparado. El olor invade toda la casa. Otras veces el hambre no es tanta, y primero me tomo un baño, me arreglo y ya luego bajo a desayunar. Siempre desayuno.

Pero mi batalla no es despertarme o desayunar, mi batalla comienza a la hora de subir al coche. En ese momento –siempre- respiro profundamente –como un niño nervioso que se prepara para hablar en público-, enciendo el automóvil y salgo en primera. A veces –pobre de mí- dejo el freno de mano y el carro se trepa en sí mismo, no avanza. Es divertido.

Cuando es un día normal, me tropiezo con mi pesadilla en Insurgentes: los autos están parados. Las mujeres traen el espejo abierto y se maquillan frenéticamente, otras –las despreocupadas- fuman. Los hombres están irritados todos e intentan cambiarse de carril. Algunos suenan el claxon, otros hablan por celular. Yo: me sublevo y enciendo la 90.5 FM.

Y en luz verde, parece que la gente se transforma: nadie te deja pasar, todo mundo se voltea la cara porque, en el anonimato de un coche, las personalidades mutan. La muchedumbre, enmascarada, pierde su pseudo-compostura. Yo mismo no sé quién soy. Y no hago filas, y me salto los altos, y rompo las reglas de tránsito. Pareciera que, de no hacerlo, jamás llegaría a mi destino.

Hace unos días concluí que manejar en tráfico –así como el futbol- no es lo mío. Y ¡ni modo!, hay qué aceptar nuestras limitaciones. Disfruto tanto la ciudad cuando es semana santa o cuando pasan de las 11.00 pm. Cuando sea grande y pudiente –si es que no muero antes en un accidente vial- tendré un chofer personal. Y sólo manejaré en carretera. Quizá termine construyendo mi propia pista de carreras, para sentir esa adrenalina de la velocidad.

Respeto a los taxistas y a los choferes sólo por esa razón. Ellos se tragan mi pesadilla todos los días. Respeto también a aquellos que decidieron que, en un mundo más verde, todos nos moveremos en bicicletas.

La foto es de negzzz, publicada en flickr y se titula: Into the Burning Sun.

05 abril 2009

sursum corda

Hay momentos en la vida en donde el corazón nos salta. Y no me refiero a un paro cardiaco, sino a eso que algunos llaman inspiración.

Los artistas en general tienen ese objetivo: "llevarte -como dice Daniel- al sentimiento de lo sublime". No todos lo logran. Pero cuando encuentras uno que lo hace. (,,,) Quizá me he ciclado en Slumdog Millionarie, Le Scaphandre et le Papillon, y The Kite Runner. "Inspiradoras", pondría yo en sus portadas al estilo americano.

No me queda más que reproducir en mi memoria esas escenas que dan vida a la vida -valga la redundancia-. Y ahora, con la ayuda del "Internet", reproducir también en este espacio una de esas pinturas. He aquí un fragmento, pluma de Jean-Do Bauby, en Le Scaphandre et le Papillon:

"Detrás de la cortina raída, un brillo pálido anuncia el amanecer. Me duelen los talones, mi cabeza pesa una tonelada, todo mi cuerpo está atrapado en una especie de escafandra. Mi tarea actual consiste en escribir las notas del viaje inmóvil de un náufrago en las costas de la soledad.

"Originalmente, este Hospital Naval era para niños con tuberculosis. En el vestíbulo principal hay un busto de mármol blanco de la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, la madrina del hospital, que lo visitaba a menudo.

"Había una gran granja, una escuela, y un lugar en el que, según dicen, el gran Diaghilev ensayaba sus Ballets Rusos. Dicen que fue aquí que Nijinsky dio su famoso salto de tres metros en el aire.

"Ya nadie salta aquí. Ahora sólo hay ancianos y débiles, o rígidos y mudos, como yo. Un batallón de lisiados. Me gusta que me lleven a un lugar que llamo Cinecitti, una terraza desierta que da a un paisaje colmado del carisma poético y no convencional de un escenario de cine. Al pie de las dunas, algunos edificios forman un pueblo fantasma del Oeste.

"Me gusta ver los suburbios de Berck.Parecen una maqueta de tren eléctrico. Y la espuma del mar es tan blanca que parecen efectos especiales.

"Pero mi vista preferida es el faro. Alto, robusto y tranquilizador, con sus rayas rojas y blancas. Me coloco bajo su protección fraternal, que cuida no sólo a los marineros, sino a los enfermos, cuyo destino ha lanzado a los confines de la vida..."

Fue todo lo que pude conseguir. Si alguien encuentra el libro completo, que parece ser una obra de arte, por favor que me lo notifique.

03 abril 2009

Rumi poem, Kite Runner

Y vimos, entre lágrimas, Cometas en el Cielo, inspirada en el libro de Khaled Hosseini.

Una de las escenas más conmovedoras es aquella en donde, metidos en un tanque oscuro, mientras padre e hijo escapan, éste último recita el siguiente poema...

¿Quiénes somos en este mundo tan complejo?

Si acaso dormimos, somos somnolientos suyos,
Y si despertamos, estamos en sus manos.

Si llegamos a las lágrimas,
somos su nube llena de gotas de lluvia.

Y si reímos,
somos su relámpago en ese momento.

Y si nos enojamos y peleamos,
es por el reflejo de su cólera.

Si alcanzamos la paz y el perdón,
somos el reflejo de su Amor.

¿Quiénes somos en este mundo tan complejo?
...........

Traducción desde el inglés por Oscar Ramírez