Así las cosas, fui a Office Max (en Lázaro Cárdenas) que, como ya esperaba, estaba abarrotado de cosas y de gente. Claro, los mexicanos dejamos hasta el final los pendientes: las mamás de San Pedro no hicieron la excepción. Ahí estaban, desesperadas todas, comprando productos y provechos, depositando álbumes y cuadernos en los carritos de súper que dirigían con el nerviosismo típico de una señora que es conciente de que va a tener que dedicar toda la noche para forrar; todo aquel furor sólo por que en TODAS las vacaciones no se dignaron a dejar el televisor o la playa o las TVnotas o...
Y ahí estaba yo, antes que cuantiosas señoras irritadas o exasperadas, esperando tranquilamente a la fodonga muchacha de las fotocopias. En un determinado momento, mirando ella el modo de las señoras detrás de mí, se dignó a preguntarme: “¿qué tanta prisa tienes?” como diciendo: “ya viste a las señoras, ellas sí tienen prisa mientras que tú…”. No hablaré más de dicha ofensa, el hecho es de que mi semblante cambió y dije: “Mira, ¡tú saca las copias y ya!” a lo que ella no tuvo más que obedecer.
Después de aquél evento y ya con un poquito de mal humor, comencé la fila para pagar en
En ese momento aparecieron sobre mis hombros el diablito (ese siempre llega primero) y el angelito. El diablo me decía: “grita, repela, exige”; el ángel, en cambio, susurraba (como suele hacer): “paciencia”. Le obedecí, con mucha molestia, al segundo. Cabe recalcar que, en cinco minutos, tenía una cena en mi casa.
Terminó así la señorita de la caja de cobrar los productos y exclamó: “son cuatro mil seiscientos treinta y tres pesos con sesenta centavos”. La señora, sin perturbarse, sacó de su bolso el famoso plástico: su tarjeta de crédito. AQUÍ VIENE LO BUENO. Ante la tarjeta de crédito, la señorita de la caja hace un gesto y dice: “uy, señora, como esta caja es de menos de 10 artículos, aquí no tenemos maquinita; no aceptamos tarjetas de crédito, mire el letrero”.
Imagínense la cara de la señora.
La historia termina en que salgo del Office Max y llego a mi casa a tiempo para cenar.
ei! buena historia, Manolo. Pero no vayas a la papelería en domingo... ni antes de cenar.
ResponderEliminar1. La señora no se quedó viendo la tele, ni de vacaciones, menos viendo TVnotas, sino se la pasó apostando el dinero en el Caliente y perdió todo lo que tenía, por lo que tuvo que sacar el plástico de dinero falso.
ResponderEliminar2. Ahora la señora trabaja para poder pagar los intereses de su tarjeta.
3. Los mexicanos así son, gandallas, inoportunos e imprevistos.
4. Cuando esté en tu situación la pensaré si ir a esa tienda o tenerle paciencia al famoso "Andrés", nuevo bibliotecario del Liceo.
jajaj, estúpido de ti que vas ese dia
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