Los martes por la noche llego a mi casa sin aliento; es un día en que corro, corro, corro. Y es que los martes no tienen esa vida que puede tener un lunes, el primer día después del fin; o ese intermedio que puede representar un miércoles. Ah, ¡los martes!
Existe un momento, sin embargo, en el que el tiempo se congela; en donde el martes parece viernes. Ése se da cuando doy una clase de catecismo, mi "responsabilidad religiosa".
Es extraño pero comenzó el semestre y esos niños parecían demonios. Al inicio, me asombraba su posmoderno tono: "deja de verme, ¿sí?" -decía un pequeño de 12 a uno de 11 años, ante la pregunta de éste "¡hey!, ¡yo te conozco!, ¿estás en mi colegio, verdad?". El mayor le dijo después: "vuélveme a ver así y te golpeo como nunca, pendejo". Había mucho que hacer, así las cosas.
Ahora ha pasado un poco el tiempo. Ellos no han dejado de ser pequeños demonios, pero ahora están un poco más interesados y, hasta eso, muestran algo de humanidad ya. Entre las muchas historietillas contables, está la del alumno de Rodrigo, que dijo: "yo pienso que en el infierno, el diablo se burlará de nosotros aventándonos bolitas de tapioca con popote".
Nos tomaron ya la foto para la "memoria" y, hasta eso, salimos bien. Prometo ponerla después.
Hoy, mientras los veía correr; mientras se escapaban de mis manos cuando jugábamos fut al final, pensaba: "quiero que me contagien esas pilas que traen siempre". Entre carcajadas, David G de la T y yo coincidimos: éste, en contraste con los andares diarios, es el momento de relax.
*En memoria de su abuela.
Qué tal Oscar. Muchas felicidades por tu blog, escribes muy bien. Tus reflexiones y cuestionamientos de la vida son muy enriquecedores y las descripciones en tus narraciones muy vivas. Saludos desde Oceanside, California.
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