04 febrero 2010

Sueños de un futbolero frustrado

Cuando un sueño es bueno y es interrumpido por el despertador o por cualquier otra cosa, la primera reacción usual es: "mi!”$·%&erda, no quiero despertar".

Sé que para algunos de nosotros esa reacción es regular. No creo en los que dicen que amanecen con una sonrisa o una oración -eso quizá viene después-. Somos muchos más –pienso- los que generalmente queremos guardar unas horas más nuestro cuerpecito en esas sábanas limpias con olor a "flores del campo" o "brisa del mar". Por algo se inventó el botón de SNOOZE -un genio, por cierto, Mr. Snooze-.

Pero este post no es para describir esa curiosa sensación de tomar conciencia después de un sueño pesado. Quiero, más bien, hablar específicamente de mi sueño de anoche.

Bien. Estaba en un gran salón. No era un salón normal, sino –insisto- un gran salón de eventos. Allí se encontraban varios personajes que han aparecido por mi vida en los últimos 7 años –sólo 7 años porque hasta ahí registra mi memoria conciente… lo demás son sólo breves olores, historietas, algunos videos y fotografías, entre otras cosas-.

En ese salón estaban algunos de mis compañeros de preparatoria. Específicamente aquellos que aborrecía más, los que menos esperaría ver. En mi sueño, sin embargo, eran mis más grandes amigos. De hecho compartíamos la mesa vestidos de gala. Smoking. No sé, no me acuerdo de más detalles.

Uno de ellos interrumpió de pronto la conversación y contó un par de chistes acerca de nuestra adolescencia. Se recordaron anécdotas –me permitiré decirlo- y así. No son importantes los temas que se trataron en la mesa. La comida era más que deliciosa.

También estaban allí algunos maestros de filosofía y otros de comunicación, gente con la que he compartido trabajos, proyectos, algunos familiares queridos y otros no tan queridos, todo parecía espectacular.

Pero ese día había un evento más. Era el clásico regio de futbol y además coincidía que era la final del torneo por primera vez en la historia. Esa tremenda coexistencia provocó que mis manos comenzaran a sudar. Me tenía con los nervios expuestos –no sé cómo más expresar esa tensión inmensa y no sé por qué razón en mi sueño un evento de tal naturaleza provocó tales cosas-.

El asunto es que no tenía boletos y quería ir. Lo comenté con uno de mis excompañeros de preparatoria, quien tomó sus cosas y me dijo: “sígueme”. Salimos del lugar, tomamos un metro –sería romano, porque el regio no era-, llegamos a un lugar en donde estaba su auto y nos dirigimos al estadio pero, antes de llegar a la calle que te lleva directamente al mismo, tomamos otro camino.

-“Te equivocas”, dije.

-“¡No!, espera…” respondió. Y agregó “no comas ansias, ya casi llegamos.”

Escuchábamos algo así como Maná o Caifanes. Recuerdo varias canciones específicas, pero no las digo para guardar el anonimato del dueño del coche.

Luego de unos 5 minutos de rodeos y callejones, llegamos a nuestro destino. Era una pequeña puerta de cómo un metro cuadrado.

-“¿Y ahora qué?”, pregunté

-“Nada, pues hay qué entrar por ahí.”

-“¿¡Qué!?, ¡ni ma%$·es!”, dije claramente.

-“Guey, confía en mí.”

En ese momento ya estaba más conciente. De esas veces en donde el sueño se empieza a mezclar un poco más con la realidad o no sé. Ya no quería entrar –al menos no tanto- y ya no me fiaba de esa persona.

-“Por qué confiaría en ti, si apenas te conozco. En realidad no eres mi amigo.” Grité, como si estuviera en una serie de televisión americana.

-“Bueno” –respondió- “¡como quieras!, entraré primero yo.”

No me quedó más opción que seguirle. No pensé en la claustrofobia, en lo elegante que estaba para ir al estadio, en lo sucio que pudiera estar aquel misterioso túnel, en que nada era lógico, en que no llevaba a Fátima conmigo, en dónde estaría en ese momento y en un par de cosas más.

Y de pronto mis oídos comenzaron a escuchar algo. Un ruido que iba creciendo.

-“¿Listo?” dijo mi compañero.

-“¡Más que listo!”

Se escucho un golpe fuerte, seguido por el peculiar sonido de tumulto bochinchero del estadio: AAAAHHHHHHHH… seguido por el estrepitoso sonido de mi maldito despertador. PIP, PIP, PIP, PIP, PIPIPIPI, PIPIPIPI, PIPIPIPI, PIPIPIPI, PIPIPIPIPIPIPIPIPIPI…. Y me desperté.


2 comentarios:

  1. Dos cosas:

    1. Guey, nunca he entendido lo de "sólo 7 años porque hasta ahí registra mi memoria conciente… lo demás son sólo breves olores, historietas, algunos videos y fotografías, entre otras cosas-". Yo tengo casi perfecto registro desde los 3 años.

    2. ¿Cómo puedes revelar la identidad de alguien por decir qué canciones de Maná y Caifanes escucharon? ¿Era Rayando el Sol y No dejes qué?

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  2. Jajaj...

    1. No sé. Probablemente me cambiaron a los 15.

    2. Hay canciones que se identifican con personajes. Era Clavado en un bar y Detrás de los cerros. Creo.

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