Adoro las entradas anecdóticas. Ya lo he dicho. Adoro que, cuando “imagino” un texto, lo visualizo en un primero momento comenzando así: “me pongo frente al documento de Word para comenzar mi texto...” o “esta tarde iba caminando de manos por el centro de la calle cuando…” o “adoro las entradas anecdóticas…”. Adoro la sensación que provoca el hecho de leer un buen enunciado.
Adoro la clase de aquél semestre, acabado ya; aquella de cuyo nombre exacto nunca me he podido acordar (según ahora: Estrategias de la Argumentación y del Discurso). Adoro (por cierto) el rumor de que la “dueña” de esa asignatura, era practicante (si es que así se dice) de la Cábala (si es que así se escribe). Adoro que fue ella, bastante inteligente, la que nos convenció que los mexicanos no podemos, porque no nos queda, comenzar así anecdóticamente. La razón de fondo es, dice, que “puede llegar a ser chocante”. Es decir, para un gringo o europeo, frío, que nunca hable de sí mismo, comenzar con una anécdota le viene bien y el público se lo agradece; es casi como un detalle. Adoro que, en cambio, los mexicanos no nos hartamos de hablar de nosotros mismos: nos encanta, es todo un tema de conversación. “¿Te he platicado de mis papás?, les encanta preparar hot-cakes los domingos por la mañana…”, “uy, cuando era pequeño…”, “ah sí, estoy acostumbrado, porque yo soy…”. Adoro la teoría de que, como nos cuesta descubrirnos en la intimidad (me doy el permiso de generalizar), nos queremos manifestar frente al otro, que ya rechazará o asentirá, según sea el caso, lo que vayamos diciendo. Adoro a los teóricos.
Adoro que la palabra anécdota, al parecer (y aquí abro discusión), se refiere y se detiene en la primera persona. Es decir, cuando la historietilla habla no de uno mismo sino de otra persona, cuando no aparece el “yo”, entonces no es anécdota sino eso: historietilla. Adoro las entradas anecdóticas y los rollos de canela glaseados que hoy desayuné. Adoro decir que no me gusta la poesía y que me guste de hecho; y que la gente intente convencerme de lo bueno que es. Adoro que me lean y el olor de mi cuarto por las mañanas. Adoro despertar con una canción –la suya- en mente.
Óscar, detén tu manía de iniciar todos los enunciados de todos tus párrafos de todas tus entradas con el mismo verbo. Es muy "coehlesco".
ResponderEliminarExageré, pero la idea es clara.
ResponderEliminarAdoro recomendar links que sean de utilidad para los demás:
ResponderEliminarhttp://www.anecdonet.com/
Adoro también cómo hay gente que saca fruto de sus anécdotas, hay otras que las leen.
Adoraré decírtelas al verte.
¿A que huele tu cuarto en la mañana? Si, espero respuesta.
ResponderEliminarAndrés: vivimos en un país libre y en una red liberal, el escribir de cierta forma no causa problemas éticos ni va contra alguna religión. De los blogs que conozco, si el tuyo no es el más leído por lo menos si es el más comentado, a lo mejor es por tu forma de escribir (que tiene sus estilos) por lo temas o chistes que de repente aparecen, veo que Oscar tiene su estilo "correcto" y supongo que como tu, es lo que le sale de la cabeza.
PD: Aunque si me paseo de repente por sus blogs, si comento más en unos blogs que otros es porque no tengo nada que decir.
casi cursi... y tal vez demasiado "anecdótico"
ResponderEliminarLo mismo me pregunto, ¿a qué olerá tu cuarto cada mañana?
ResponderEliminarSi vivieras en el bosque podrías oler los pinos escarchados por la fría noche. Si vivieras en el campo podrías oler el maíz antes de ser segado. Si vivieras en la playa podrías oler el olor de la brisa al amanecer. Si vivieras en una cabaña podrías oler la nieve afuera de tu ventana y el humo que produjo la chimenea por la madera quemada. ¿Qué podrás oler en Monterrey que te gusta tanto?
Se me hace que iniciar cada párrafo con la misma palabra no es más que una muestra de la decadencia de la blogósfera.
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