E inmediatamente pensé en la afectividad. ¡Qué espesa es la niebla que ‘hoy día’ rodea el corazón humano! Y dijo mi interior ¡qué pobre personaje quien pretendiera echar al agua las cenizas de su fallecida afectividad!
Pues, ¿cómo puedes permitirte dejar de experimentar esa humana pasión, que por tanto tiempo fue lo que te mantuvo vivo; la que, instruida por ese "coco" que ahora es calvo, generaba esa personalidad atractiva?, ¿cómo es que te convertiste en piedra, la horrenda pesadilla de esta fábula viviente?, ¿cómo es que olvidaste la expresión de “esa alegría” de la que hablaba Aristóteles?
Me tuvieron qué repetir la noticia un par de veces. Mi cabeza estaba saturada de información. Yo le miraba fijamente, sus labios seguían moviéndose, pero sólo escuchaba un bla, bla lento y espeso. Era la grave voz de un gigante que apenas balbuceaba, como recién nacido que dice –intenta decir- sus primeras palabras.
Entrecerré los ojos. Presté más atención. Y su voz volvió: “por lo tanto creemos que…”. Me puedes decir de nuevo, -recuerdo que dije. O sea, es definitivo, -repetí. Y sí. Ya no había marcha atrás.
Y la noticia era tan boba. No sabía por qué me pegaba tanto. Me senté de nuevo frente al televisor y el tiempo se detuvo. Y descubrí los mundos y la importancia del acontecimiento.
¡Qué increíbles son las pasiones humanas!, me dije. Supuse –quizá ingenuamente- que por ser humanas son buenas, pero me regocijé porque descubrí que, entre zombies, seguía vivo.
Creo que los problemas del mundo comienzan por una concepción errónea de que somos menos -se lo oí a un sacerdote alguna vez-... ya escribiré al respecto en otra ocasión.
ResponderEliminarDeep shit you've got... (we've got)!
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