22 octubre 2006

El faro, su guarda y la locura (parte segunda)

-Cierra la ventana, ¿no? Hace frío.

-Buena idea. Me estoy congelando.

-¿Quieres un cigarro?

-No, gracias, así estoy bien.

-Bueno, pues empieza; ¡cuéntame su parte!

-Tuvo suerte. Nació un primero de enero. El año, no lo recuerdo. El asunto es que, al nacer, la madre tuvo que ofrecer su propia vida para salvar la de su hijo. Tú sabes, le tocó una de esas ocasiones en donde todo se complica. La señora pudo decir antes de morir: se llamará Joel. Su padre había muerto meses atrás en un cruel accidente del que no sabemos más.

-¿Qué fue de Joel?

-No comas ansias. Creció en un orfanato, como era de esperar. El lugar estaba financiado por una señora millonaria y viuda, lo típico; gorda y malhumorada, quizás. La señora acudía personalmente a los cumpleaños de los niños del orfanato; les daba algún presente y luego se marchaba. No fue así en una ocasión. Joel era un niño pequeño, siempre más bajo que los demás. Su negro cabello perturbaba y sus grandes ojos centelleaban desconsuelo. Cuando Joel cumplió 13, ella se quedó más tiempo que lo usual. A lo largo del festejo, la señora no le quitó un ojo de encima. Se sorprendió, sobretodo, cuando el niño se sentó frente al viejo piano de cola y, con gran naturalidad, comenzó a tocar. “¡Es impresionante!” decía ella en su interior; “¿Cómo puede salir algo así de aquí?”. Terminó todo tarde. Ella se acercó y preguntó al director: "y...¿quién es ese niño?, ¡cuénteme su historia!”

(continuará)

4 comentarios:

  1. Pues hay músicos famosos que algo por ese estilo vivieron.

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  2. No nos digas que eso es todo :)

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  3. mANOLO: no todas las directoras de orfanatos son gordas y malhumoradas. Una muestra de ello es Sally McBride, en "My Dear Enemy" de Jean Webster.
    Ahora sí que si te subes al camión y vas al manicomio, eres 0 fresa!

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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