25 octubre 2006

El faro, su guarda y la locura (parte tercera)

-Cierta inquisición interna sacudía la cabeza del buen chico Joel. Era claro. Desde temprana edad hacía fibras preguntas a los guardas del orfanato: ¿cómo puede una persona entregar su vida para salvar la ajena?, decía, ¿cómo es que mi madre se aventuró a arriesgar todo por nada? Ahora, cuando cumplía los trece, había convertido toda esa curiosidad en melodía. Componía sus propias piezas por las noches. Tocaba el piano cada que tenía oportunidad; y cuando no, lo palpaba en la mente. Se había convertido, así, sin maestros ni nada, en el mejor pianista a los oídos de la gorda millonaria y de muchos más. Tan perfecto era, que se rumoreaba: hasta el aire baila al son de su melodía. ¡Me lo llevo! gritó la señora, como si estuviera en un mercado o en una subasta. Pero señora, ¿qué hará con él allá?, ¿quién lo educará?, decían los profesores. A este chico no le hace falta nada más que un piano. ¡Me lo llevo! He dicho. Y se fue. Sin más expectativas, notificaron a Joel de su partida: vivirás ahora con ‘la señora’. Te irá allá mucho mejor. Yo no quiero ir, respondió el adolescente. No tienes opción. Esta misma noche, ‘la señora’ mandará un chofer por ti, así que, estate listo.

-No puede ser, ¡qué horror! No me digas que sí se fue.

-La vida es más rica. Por supuesto que no iba a ceder así de fácil.

-Y ¿qué pasó?

(continuará)

3 comentarios:

  1. Algunos construyen faros, otros construyen sistemas para guardarse de los enemigos.

    Todos construimos nuestra propia locura; cada día, poco a poco.

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  2. Toda esta vida es un sueño.

    -Aquel Genio

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  3. "Si toda esta vida es un sueño, nunca quisiera despertar". Quiero aclarar que no soy el único que ha dicho esto.

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